Ella era una hechicera.
Que engañaba a chamanes y oráculos.
Que decía que la lluvía surgía del suelo.
Y nosotros creíamos que caminábamos pisando las nubes.
Con el mar del Destino bajo nuestras cabezas.
Y a nuestros lados las edificaciones del futuro.
Trampas escénicas
El suelo permanecía solitario. En una calle perdida, había aparecido de la nada una pared bloqueando el paso.
Aquella calle, de huída entonces, se convertía en una ratonera. Malditos sean entonces todos los esfuerzos por liberar a la población de aquella pesadilla. Parad. Dad media vuelta. Alto. Maldita sea.
¿Y ahora, tras años de gritos de socorro, vienes a liderar el combate? Maldita sea, esta no es la solución correcta. Ni para ti, ni para mí. Ni para ellos.
¿Y escalas la situación? ¿La complicas? ¿EN SERIO LA ESTÁS ESCALANDO? Diablos. Debe basarse uno en un egocentrismo descomunal para soltar treinta burradas por segundo y quedarse en el escenario sin mostrar vergüenza alguna.
Será la paz más atronadora la que nos espera, pues. Llamad a todos los diplomáticos. Que destruyan todos los archivos. Hay que volver a empezar. Que lo tiren todo.
Dad media vuelta.
Humo, antorchas y naves
El humo desciende desde
los pueblos de la montaña
para inundar las calles.
Uno no puede ser el único
que lleva una antorcha
en medio de la oscuridad.
En plena noche una flota
se forma para aventurarse
en el corazón de nuevos infiernos.
Nunca son suficientes
batallas que nunca acaban
siempre hay alguien
que quiere mostrar
un nuevo estandarte.
La esfera rota
El Gran Almirante entraba en el puente de mando como un huracán. Los Almirantes de la Flota que se encontraban allí destacados miraron estupefactos como avanzaba hacia Orson Welss. -¡Sois escoria!- El Gran Almirante se había encarado con uno de los Almirantes, y ambas caras estaban a menos de un palmo -¿Acaso sois capaz de pedir la ciudad con la única justificación de ser parte de un bloqueo! ¡Qué usted, señor Welss, sea referente en la Academia Imperial no le da ningún privilegio! ¡YO SOY EL ESTANDARTE DE LA FLOTA! ¡YO ADMINISTRARÉ LA CAPITAL, Y POR ELLO, EL PLANETA!
Orson Welss estaba estupefacto, no quería que sus colegas se enteraran de sus planes. El Gran Almirante debió leerlo en su cara: -¿Algún problema, señor Welss? ¿Acaso se le han atragantado sus ambiciones? Es usted uno de los mejores estrategas de La Flota… ¡DESPUÉS DE MÍ! Pero… ¿Acaso cree que desconozco que su destructor «Vandyr» se movió una décima de milla estelar, hace unas horas, para tener a tiro varios acorazados planetarios? ¡Ha roto el bloqueo simplemente por no contener sus ganas de destrucción! ¿Usted, el más indisciplinado de todos los Almirates aquí presentes, cree que voy a cederle la administración de esa capital planetaria? -Welss parecía que iba a replicar -¡No hablo sólo del bloqueo! ¿Cree que el lugar dónde se encontraba usted durante el asedio de Erdún es un secreto? ¡Colonizando lo único que su mediocre mente puede, lo que hay entre las piernas de una mujer! -No hay motivo para tener que evitar ese nombre, Gran Almirante. Y no creo que usted tenga que darme a mí lecciones sobre cómo tratar… -¡SILENCIO! ¡YO soy el comandante de la nave insignia de la Flota! ¡Recuerde que puedo hacer que le detengan ahora mismo si me place! ¡Yo soy el estandarte de La Flota! ¡El centro de la ciudad y su distrito financiero, la ciudad, y el planeta, ME PERTENECEN! ¡APÁRTESE DE MI VISTA!
Los sueños de la fortaleza
La periodista se afanaba en prepararse y colocarse en el encuadre. Quedaban unos segundos para salir al aire…
Ayer, a las 18:30, fuentes del gobierno informaban de una revuelta en la Prisión Militar de Bammont, que se encuentra en la fortaleza del mismo nombre. En lo que ya se denomina como «La noche agitada de Bammont» un grupo de hombres armados consiguió traspasar diversos controles de seguridad fuertemente armados, y entrar en el sector en el que se encontraban los exmiembros de la Fuerza Aérea apresados por los eventos ocurridos durante y tras «La Noche de La Línea Negra». Mientras en un primer momento pudiera parecer que los hombres se habían colado para realizar una ejecución indiscriminada de todos aquellos exmiembros de la Fuerza Aérea, tras disparar entre los barrotes a todos los internos que se encontraban en varias celdas, la liberación de los que fueron oficiales senior, que se encontraban en una única celda, hace a las autoridades tener que investigar si dicho movimiento se trataba de una distracción cuyo fin era ejecutar a todos los prisioneros, o de un complot para intentar sacar de la prisión ese reducido grupo de hombres. No obstante, a los segundos de que sucedieran los primeros disparos, el sector en el que se encontraban los exmiembros de la Fuerza Aérea fue aislado y asegurado, poniendo también en alerta todo el Fuerte Bammont. Tras asegurar el resto de la prisión, un equipo de asalto accedió al sector, encontrando a todos los prisioneros y asaltantes fallecidos. Fuentes cercanas a la parte más alta de la cadena de mando nos aseguran que el gesto es considerado por el ala más conservador como «un acto de heroísmo» y «una victoria que no se podía hallar de otra forma», asimismo aseguran que es improbable que la investigación exista con un mínimo de rigurosidad y que será cerrada con la mayor inmediatez posible «cerrando una de las etapas más oscuras de nuestra civilización». Desde Fort Bammont, cerramos a la espera del desarrollo de estas últimas informaciones.
Convoy en El Estrecho
El oficial se apoyó contra el respaldo de la silla, abrió los brazos y soltó un «¡A la mierda!». ¡Qué manera de autorizar una operación! Dos fragatas acompañarían a un convoy de buques mercantes mientras cruzaban El Estrecho. No hacerlo no representaba problema alguno, hacerlo tampoco.
Carcajadas entre el resto del personal de la flota por una demostración de fuerza a unos mercenarios de pacotilla; Carcajadas entre los mercenarios por traicionar a uno de los suyos.
Y en el Alto Mando, silencio. Una promesa incumplida y varios procedimientos a la basura porque un ignorante ha quedado atrapado en un fuego cruzado creado por él mismo. «Al menos no lo hemos comenzado nosotros» dijo apesumbrado, para dar por finalizada la reunión, el oficial.
Culpas
No era culpa de los carruajes que se encontraban en llamas; ni de los estandartes rotos.
No era culpa de las lágrimas que caían mientras las manos sentenciaban el sentido de las ruedas; y los pies, la rapidez de la huida.
El periódico
El hombre esbozó una sonrisa al ver a su mujer en la puerta. Le dio un beso en la mejilla, entró en la casa y fue a la cocina. Eran ya 40 años de matrimonio. Dejó el periódico sobre la mesa y volvió a la puerta. Él también sonreía al ver a todos aquellos veinteañeros irse de su pequeño pueblo con aquellas caras de felicidad y cansancio. Maldita sea, ellos se habían conocido con esa edad y en aquellos tiempos no se hacían estas locuras. Mientras los jóvenes montaban en el bus, la mujer le pregunta por el titular del periódico. Él vuelve a sonreír y le responde: «Otro capítulo ha sido escrito».
La Calle
Ciertamente la calle estaba vacía.
Aunque las almas que abarrotaban aquella silenciosa calle, tras las persianas de sus respectivos pisos, hacían que se sintiera acompañado.
El sol caía a plomo.
¿Y si ese asfalto ya nunca se enfriara a la luz de la luna?
¿Y si esas persianas ya nunca fueran subidas?
¿Y si ya nadie paseara por estas aceras?
¿Y si ya nadie esperara en aquél portal?
¿Y si ya nadie esperara en esa parada de bus?
¿Y si ya no recibiera una llamada?
¿Y si ya no gritara su nombre?
¿Y si ya no giraran las ruedas sobre ese asfalto?
¿Y si ya nadie observara los escaparates?
¿Y si ya nadie…?
Y si…
Y si…
Y si…
Y si ya nadie se levantara.
Y si ya no se volviera a abrir nunca más una puerta.
Cabeza de tren
Está sentada al lado de la ventana.
Viendo el Sol salir de entre las montañas.
Está viendo a la brisa mover los árboles.
Y tú vuelves a estar sentado enfrente.
Y no puedes evitar mirarla cada vez que se acaricia el pelo.
Y no puedes evitar sonreír cada vez que sonríe.
Y no puedes evitar que tus ojos brillen cada vez que el Sol se refleja en los suyos.
Y te preguntas por qué te pasa eso. Qué has visto en ella.
Estás perdido, amigo mío.